23 agosto 2008

El silencio de los inocentes

Hace 33 años vine a este mundo, fui el primero entre cinco experimentos de mis progenitores, quienes no tenían ni la más pálida idea de cómo formar una vida, qué planes y estrategias aplicar para criar y preparar a un nuevo ciudadano, luego de mí, vinieron cuatro vástagos más que corrieron la misma suerte que yo.

Hoy, 33 años después, estoy aproximadamente a quince días de recibir a mi segundo hijo – primer varón -, quien heredará mi amor, mi nombre y todo lo que mis conocimientos puedan brindarle para su formación integral, pues estoy convencido que una labor tan importante y delicada como conducir la vida de un ser humano, requiere una gran preparación.

Pienso que usted y yo compartiríamos la misma indignación si nos enteramos que alguien sin ningún tipo de conocimiento en ingeniería civil construye irresponsablemente un edificio de siete pisos calculando empíricamente la cantidad de material a utilizar, la profundidad que requieren las bases, desconociendo todas las medidas de seguridad al respecto, etc.
Sentiríamos lo mismo, si algún loco se hiciera pasar por médico y atiende pacientes recetándoles medicamentos inadecuados y causándoles un gran daño.

Increíblemente, hacemos lo mismo con nuestros hijos, embarcándonos en una misión para la cual no nos hemos entrenado, tomamos decisiones inadecuadas, maltratándolos psicológica y hasta físicamente; fruto de lo cual se inserta en nuestra sociedad ciudadanos sin personalidad, mal criados, débiles, irresponsables, mediocres, delincuentes o violadores que finalmente serán juzgados por sus delitos. Lo dicho anteriormente parece una posición extrema; pero es algo que observamos todos los días en los noticiarios y diarios de la ciudad.

El asunto está en que hasta ahora no se puede combatir el problema, puesto que no hay un verdadero enfoque del mismo. Los niños presentan traumas debido a que se desconoce, por ejemplo, cuáles son sus necesidades internas, el lenguaje de amor que debemos emplear y las motivaciones estratégicas que se deben aplicar en su debido momento, las restricciones y libertades dosificadas; pero, quién mide la dosis, quién determina cuando ceder y cuando ajustar... ¿acaso no sabemos que hay estudios al respecto?

Pues al igual que nos preparamos para ejercer una determinada profesión, ya que tendremos que rendir cuenta al jefe del resultado de nuestro trabajo; de la misma manera existe una obligación ética y moral de estudiar y prepararnos para desempeñar la profesión más importante de todas. Así dependerá de nuestro buen desempeño, el éxito de esta sociedad.

Existen cursos completos para padres, hay mucha literatura al respecto, hay instituciones orientadoras, etc.; pero es increíble saber que lo que no hay es interés por parte de los propios padres y como la ignorancia es atrevida, realizamos intervenciones quirúrgicas en el corazoncito de nuestros pequeños, fungiendo de sabelotodo, usando ese poder de adultos y atropellando a quienes no dirán nada en su defensa, sentenciados a una condena de 18 años de víctimas.

Lo que no sabemos es que para esa labor también existe un jefe que nos pedirá cuentas de nuestras acciones y sería una gran pena que salgamos desaprobados, ¿quién es ese jefe?; averígualo porque los hijos que te tocó criar no son tuyos, son de él.

No los dañes por favor. Te lo pide un niño de treinta y tres añitos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente texto muy bueno. apoyemos a nuestros hijos que para que sean mejores que nosotros.