22 abril 2009

Gerardo Diego


Nació en Santander en 1896. Su poesía, caracterizada por una fecunda variedad, suele dividirse en dos tendencias. Una que sigue los derroteros de la tradición española, y otra que le hace ser un avanzado vanguardista. El propio poeta dirá: “Yo no soy responsable de que me atraigan simultáneamente el campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y me extasíe el antiguo; de que me vuelva loco la retórica hecha, y me torne más loco el capricho de volver a hacérmela –nueva– para mi uso personal e intransferible”.
La crítica, sin embargo, considera que la mayor importancia de Gerardo Diego reside en su obra vanguardista, que inicia desde muy joven y se prolonga durante toda su vida, llegando a desarrollar al respecto una teoría en la que se desmarca de otras experiencias vanguardistas como el surrealismo o el ultraísmo.
Con todo, su obra adquiere un carácter unitario superando esas diferencias formales entre poesía de “creación” y poesía de “expresión” que se funden en una aventura poética de creación en plena libertad. Y así, el impulso experimental está presente incluso en sonetos de corte tradicional donde aparece un constante deseo de renovación y de búsqueda. Murió en Madrid en 1987. Algunos títulos de sus poemarios: Evasión (1919); Imagen (1922); Manual de espumas (1924); Versos humanos (1925); Fábula de Equis y Zeda (1932); Poemas adrede (1932); Ángeles de Compostela (1940); Alondra de la verdad (1941); Limbo (1951); Canciones (1959); Nocturnos de Chopin (1963), Odas morales (1966).

La despedida
Aquel día -estoy seguro-me amaste con toda el alma.Yo no
sé por qué sería.Tal vez porque me marchaba...
-Me vas a olvidar
-dijiste- .Ay, tu ausencia será larga,y ojos que no ven... PresenteHas de estar
siempre en mi alma.
Ya lo verás cuando vuelva.Te escribiré muchas
cartas.Adiós, adiós... -Me entregastetu mano suave y rosada,
y, entre
mis dedos, tu mano,fría de emoción, temblaba....Sentí el roce de un anillocomo
una promesa vaga...
Yo no me atreví a mirarte,pero sin verte, notabaque los
ojos dulcementese te empañaban las lágrimas.
Me lo decía tu manoen la mía
abandonada,y aquel estremecimientoy aquel temblor de tu alma.
Ya nunca más me
quisistecomo entonces, muda y pálida....Hacía apenas tres díasque eran novias
nuestras almas.

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