24 mayo 2009

El escape

Un viernes llegué temprano a casa, había estado toda la tarde con ella, habíamos ido al cine y luego a comer por ahí, la deje en su casa porque tenia que hacer una trabajo para la universidad. El quedarme suponía quitarle tiempo al fin de semana que seguramente la pasaría conmigo el sábado y el domingo con su familia.

Me lo dijo de la manera más sutil posible, lo entendí de inmediato, debía irme para que pudiera hacer sus deberes, no había problema, no era gran cosa, pero una parte de mi cerebro enfermo escucho que a lo lejos alguien susurraba con voz cachacienta “choteoooo” y eso basto para irme de su casa con una consigna, pasarla bien por ahí esa noche.

Bueno, si ella estaría ocupada, era factible que yo también me “ocupe” en algo. Así fue, llame a un par de patas apenas salí de su casa. Afortunadamente me pude reunir con ellos tras varias choteadas que les había hecho a ellos por quedarme con ella, ya no tomaba hace un mes mas o menos, se notaba el cambio, se notaba la mano de hembra que había acariciado mi alborotado y despeinado lomo de lobo salvaje. Era otro.

Ahora llegaba con mis lentecitos a la casa de mi pata, con pantalón y zapatillas de vestir, algo rarísimo en mi, contando porque este cambio yo mismo lo veía como inaceptable, me burlaba de mi mismo preguntándome y sonrojándome por esto. Parecía cojudo me decía en el espejo, pero bueno.

En casa de mi pata resolvimos tomar unos cubitas libres o los que le llaman “Perú libre” que es una combinación parecida pero cambiando el ron por el Pisco. Comenzamos a las siete y a eso de las ocho llega mi otro pata, Claudio, saluda a Felipe y a mi y se empata con los tragos. Había traído un par de six packs de negritas, si habiamos de tomar chelas, tenían que ser negritas porque otras no pasaban.

Los tragos y las conversas iban a la par, siendo cada vez menos espaciados lo silencios de cuando se comienza una tomadera, esta vez lo habitual era según la regla de los borrachos y el itinerario de conversaciones, después de hablar de mujeres, fútbol, política y religión (todos los problemas del hombre (mentira)), pasábamos a escuchar la música y a mis patas se les antojo, más por los tragos encima que por las ganas, ir a una disco a ver que se hace, ya que era temprano aún y conseguir unas flaquitas no era mala idea.
Yo por supuesto me opuse rotundamente (¿me creen no?).

Al principio no quería ir, realmente a mi me aburren las fiestas, me siento cojudo bailando, normalmente nunca lo hago, pero con los tragos y lo picado que estaba, no me desagradaba mucho la idea y no opuse mucha resistencia, además ella estaba ocupada y bien podía ir a un tono a tomar unas jarritas pero nada más.

Terminamos la última negrita y salimos a la disco, quedaba cerca de la casa de Felipe, tomamos un taxi y nos dejo a una cuadra del local, bajamos y entramos rápidamente.
Adentro recordé otra razón por la que no me gustaban los tonos, la bulla impedía comunicarnos más que con gritos, a veces ininteligibles y consecuentemente nos aislaban del otro.

La cantidad de gente era demasiada, no podía caminar sin rozar una teta o un culo, de hombre o de mujer. Enseguida me dirigí a la barra para pedir un trago, al menos quería conservar mi joven borrachera que ya se estaba diluyendo en mi camisa sudorosa haciéndome arrepentir de haber entrado ahí.

Para mi suerte sólo habían enormes colas en la barra para la cerveza, la barra de tragas estaba relativamente vacía y sólo había unos seis a siete patas que eran mucho menos de lo que había en la cola de las chelas.

Al cabo de un rato, cuando ya iba por la quinta bebida, movido ya por el alcohol siento que dentro de mi existe un gran bailarín, los pies y las piernas se me van moviendo solos mientras sigo en la barra con mi vaso de vodka con naranja y un cigarro en la boca. Mi cabeza comienza a moverse (o intenta) al ritmo de la música y siento grandes deseos de bailar, indudablemente estaba borracho, lo peor era que me daba cuenta de tal cosa, pero era tarde ya y no podía hacer nada.

Me uní con mis dos patas y tratamos de sacar a un grupo de amigas, para mala suerte eran cuatro las chicas y no iban a dejar (al menos por nosotros) sola a una de sus amigas. Como no hubiera grupos de tres chicas (nunca los hay) decidimos que cada uno la hacia como podía y fue así como pronto después nos encontrábamos bailando uno casi cerca del otro.
Bromeando, haciendo pasos ridículos, que proponían sonrisas de parte de mi pareja, sabía defenderme con la estupidez mis pocas y deplorables condiciones hacia el baile.

Todo iba bien al momento, bailaba lo que ponían, generalmente la música de moda, no me importaba en realidad, a veces llegaba algún reggaeton y seguía yo con mis mismos pasos, al final no me importaba, estaba ebrio. Lo curioso fue la inactividad física que se daba (o no se daba) en mis pantalones. Suponía que al momento de bajar con la flaca en este tipo de bailes y al ser rozado constantemente por ella estaría hecho una fiera y al borde de la felación. Pero nada.

Le reste importancia, no pensé más en ello, hasta que comenzó a cambiar el ambiente, la música se hizo más lenta y pasaban “latin” y una que otra de Juan Luis Guerra, entonces mi compañera de baile, se hizo más innombrable, deje de bailar, sólo me movía y pensaba en ella. Me parece una cojudez ahora que lo escribo incluso, que puede importar, no es gran cosa, pero lamente estar ahí y encima borracho.

Canciones que había escuchado con ella y que seguramente sólo las había imaginado bailar con ella estaban ahí en ese antro, y encima me sorprendían con una mujer desconocida a la que ni siquiera quería sujetar por la cintura ni acercarla a mi, ni darle vueltas como había pensando hacer con ella, para luego culminar con un beso y terminar la canción a ritmo de balada.

Era la canción más larga del mundo pero felizmente termino, no me sentí muy bien al darme cuenta de esto, en verdad la quería y había deseado estar todo el momento con ella, no quería estar con nadie más.

Avise a mis patas que ya me quitaba, uno de ellos me pregunto si estaba bien y conteste que si, no había problema, me tomaría un taxi para mi casa (eso pensaba hasta el momento).
Nunca había pensado terminar, ebrio, en casa de ella tocándole el timbre a las 3 y media de la mañana.

1 comentarios:

Gladys Rojas dijo...

Q no haran los hombrs al espaldas de sus mujeres, mejor ni pensarlo es mejor no torturarse, xq hay un monton de bitches q rondan x el trago x simple naturaleza agarrarse a un patin simpatiquin, solo se espera q nadie se entere de esa hazaña, pero la conciencia pesa, o no??