30 mayo 2009

Se me fue el hambre



Según San Juanka

El despertador me falló. Apenas me daba tiempo para cambiarme y darme una lavada rápida. Lo peor es que amanecí con un hambre atroz, incluso desde la noche anterior ya pensaba en freír huevos, hot dog, comprar varios panes y tomar un refrescante vaso con yogurt.

Lamentablemente, la hora apremiaba y en la reunión me “comerían vivo” si llegaba tarde otra vez.

¡Tic – tac! Era lo único que escuchaba incesantemente una y otra vez.

Pasaban los minutos y sólo me había cambiado con el primer traje que encontré. Únicamente, quedaba tiempo para una sola actividad más: asearme de manera adecuada.

Con el reloj martirizándome a cada segundo y mi estómago pidiendo a gritos destemplados que lo alimente, tomé la decisión más prudente: tomar mis cosas y acelerar el paso.

Aunque esa decisión no satisfizo al estómago, que seguía protestando, pensé que un día sin comer no haría mayor mella en mi salud (por último, no había otra opción).

Cerrando la puerta de mi casa, caminé en dirección de la avenida y en el trayecto veo el mismo basural que se forma todas las mañanas antes que pase el camión de la basura; sin embargo, observé más allá de lo común: se trataba de una enjuta y desaseada persona que escarbaba entre mis desechos.

- Reciclador – creí en algún momento, pero mis pensamientos desaparecieron en el acto cuando este desagradable individuo se llevaba a la boca una manzana a medio comer que había eliminado el día anterior porque comenzaba a malograrse.

Este supuesto “reciclador” me quitó todo entusiasmo por querer tomar un suculento desayuno. Es mas, desde ahí, mis hábitos alimenticios cambiaron radicalmente.

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