28 julio 2009

Almuerzo por Fiestas

Según San Juanka.

Casi se ha institucionalizado: mi familia se reúne en Fiestas Patrias, específicamente para 28 de Julio, (vieja costumbre llevada a cabo desde la era de mi abuelo y tal vez desde antes) para tomar una taza con chocolate y si tenemos suerte, comer un pedacito de panetón sobrante de la última navidad.

El 188º aniversario peruano no fue la excepción. Lo novedoso es que uno de mis tíos llegó a la hora del almuerzo (perjudicial si no avisan con anticipación) con toda la “tribu” (esposa e hijas de 6 y 4 años), felizmente se pusieron de acuerdo con otra tía que vive cerca para salir a una pollería.

En vista que me encanta jugar con mis primos y primas menores, y a manera de antesala, fui a verlos antes que fueran a almorzar. Al llegar, los menores se me abalanzan y mientras los intento calmar, escucho a los “tíos” ultimar los detalles de la pollería.

Una vez que todos los presupuestados del almuerzo habían subido al auto, me quedo mirando fijamente, con cara de tristeza y casi con lágrimas en los ojos cómo se marchaban, dejándome completamente solo bajo la frialdad de una llovizna invernal.

Al avanzar unos metros, baja uno de mis voluptuosos tíos y casi apiadándose de mí, me pregunta si quería acompañarlos. Antes que caiga la próxima gota de agua, estaba sentado en la parte de atrás del vehículo y no digo “cómodamente” porque aquel transporte ya andaba bastante lleno.

Por ser el invitado sorpresivo, creyeron erróneamente que me sentiría incómodo y “picaría” con disimulo; sin embargo, durante la apetitosa merienda (2 parrillas) comenzaron a temer que no podrían decir el acostumbrado: “Para llevar”, pero antes que continuara “aspirando” las carnes, llamaron rápidamente al mozo y aliviados le dijeron la anteriormente señalada.

De lo que nunca se enteraron, era que en casa me esperaba mi plato con lenteja y lomito al jugo, pero para no desperdiciarlo, ese almuerzo se convirtió en mi cena de aquella noche.