05 julio 2009

Preciosa

A King


Acababa de masturbarme viendo transexuales en Internet, había una página que permitía ver los videos de esos animales cogiéndose entre sí, me causaba repulsión y asco, por eso justamente lo hacía, encontraba un gusto enfermizo por eso, por todo ello, por eso me odiaba un poco, sólo lo considerablemente permitido para que una persona se odie a si misma.

Apagué la computadora desenchufándola de un solo tirón, un chispazo que saltó del tomacorriente sólo consiguió aumentar mi furia. Había terminado de leer el último mail de mi “querida” Andrea, me decía que no me daba ni un día más, esta noche vendría después de su trabajo, con ese traje asqueroso que siempre solía usar cada vez que algún trabajo la recibía. Se había dispuesto a destruir mi vida, me haría un escándalo por lo del bebé y obviamente también se lo contaría a mi novia.

Nunca tuve tan pocas opciones.

La tarde aún no caía, el cielo gris auguraba un amanecer rojo, una caída roja mejor dicho. El viento soplaba como si hubiera pasado el diablo, helado, plateado, sucio, muy apropiado. Yo, en una cabina telefónica cerca de su departamento la llamaba para decirle que nos veamos ahí mismo, era fácil de convencer, seguramente hubiera esperado otra velada de conversa y discusión en donde terminaría encima de ella y viniéndome en sus nalgas, por eso aceptó, pienso.

Llegué antes y cuidadosamente esperé que alguien saliera del edificio para poder entrar, llevaba una bolsa de pan en la mano, una polera capucha azul, un jean y zapatillas para si hay problemas salir “volao” como diría el buen Pedro Navaja. En el bolsillo una botellita de alcohol, un cortauñas, cigarros y un encendedor

La suerte me acompañaba, era lo justo. Una abuela salía con su nieto para la misa, el vigilante ayudo a la vieja a bajar las escaleras junto a su nieto y pude escabullirme por la puerta. El vigilante volteó a mirarme, le sonreí y le mostré la bolsa de pan y unas llaves, ambas en la misma mano, mientras fingía hablar por teléfono con la otra.

En el elevador me dirigí al sétimo piso, tuve compañía en el cuarto piso que se bajaron en el sétimo, prudentemente me pase hasta el décimo, bajaría después cuando no hubiera absolutamente nadie.

Regresé por las escaleras los tres pisos sobrantes, abrí la puerta de las escaleras con imprudente sigilo, no tenia miedo, algo en mi me decía que estaba haciendo lo correcto, quizá Dios. El piso estaba vacío, corrí hacia la puerta e introduje las dos llaves que previamente había sabido sacar duplicado muy lejos de ahí, abrí la puerta y entre como si fuera mi casa.

Estaba todo casi listo, no podría pasar nada malo, excepto una visita inoportuna, no lo preví, no pensé, bueno se lo dejaremos a la suerte, total todo comenzó por ahí. Por la maldita suerte.

...

Afortunadamente la oscuridad reinaba todo el apartamento cuando la escuche girar las dos llaves y abrir la puerta, yo me encontraba cerca de la cocina en un extremo donde no llegaba ningún desliz de la poca luz que emanaba el poste de la calle. Me había encargado de bajar la cuchilla de de la electricidad, no hubo sorpresa para mí cuando ella, con un par de bolsas de Plaza Vea hacía malabares para encender la luz de su microsala comedor, de semejantes acrobacias pudo escapar o caer de la bolsa un pote de aji, de esos que venden en los salad bar de los autoservicios, se voló la tapa y quedo una gran mancha en el suelo que no podía ver obviamente porque toda la habitación se hallaba en la más profunda oscuridad.

Caminó a tientas dirigiéndose a la cocina, estaba muy cerca de llegar a mi posición, yo hubiera querido que deje primero las cosas en alguna mesa y no hacer demasiado desbarajuste en el bonito departamento, pero finalmente pensé, esto tiene que verse como un robo y que mejor que las cosas tiradas.

Así que sin pensar un segundo más, al llegar al alcance de mi brazo, le di un tremendo puñete entre los dos ojos, casi en la punta de la nariz (Pude habérselo dado en la boca y volarle un par de dientes para que no pueda gritar pero no lo pensé). Cuando ella caía de espaldas soltando las bolsas, le di una patada al costado externo de la rodilla que la hizo girar como aspa de molino ( o media aspa de molino) y estrellarse contra el suelo sin saber lo que pasaba.


En el suelo ya pude desquitarme por el deseo de haberle querido romper los dientes, la cogi del cabello y levante su mirada, ella perdida buscaba explicaciones en la oscuridad, “Preciosa no busques más, acá estoy”, y le sueno en el hocico.

Debo reconocer que eso me dolió más a mi que a ella y sólo le llegue a volar un diente que solo se le quedo colgando en medio de baba y sangre que emanaba su boca “Que bien luces preciosa”.

No podía emitir ni una palabra, estaba casi desmayada, esto se ponía aburridísimo, no pensé que fuera así de fácil, yo con todas la ganas de comenzar a monologar como los villanos suelen hacer y ella quedándose dormida a punto de morirse. Uno no lo puede tener todo pienso, es lo que pasa siempre, a mi me tocó, a mi novia le tocó, y Andreíta le tocó. Nadie es perfecto.

Ni siquiera hizo ruido, no exhaló palabra alguna, ni siquiera estoy seguro si llegó a reconocerme, que jodido estaba esto, tampoco era de esperarle a que se despierte para monologar y decirle todo lo que pensaba, pero este crimen, el primero de mi vida, me valía muy poco como ópera prima, me dejaba completamente vacío.
Finalmente los resultados se habían logrado, y si no moría al menos al bebé ya lo habría perdido, ¿O no?

La dureza de las dudas nunca van acompañadas con la imaginación y los temores, siempre nos hacen desvariar, volvernos locos, y esta duda era algo que no me podría permitir, ya que en mi estado, volverme loco en ese momento era lo último que deseaba.

La esperé cinco minutos, después traje un cuchillo de la cocina y la apuñale como a un jabalí, esa viscosidad y la sangre entibiando mi mano empuñando el cuchillo, no la habían penetrado completamente, debía hendir mi sable casero entre costilla y costilla y perforarle el corazón.

Para mi sorpresa, ella dió un grito de dolor y volvió a desmayarse, grito que fue acompañado de un fuerte manotazo que alcance desviar pero mi hombro no tuvo tanta suerte y resulto arañado con tres marcas que empezaban a humedecer el polo con sangre, mi sangre.

Al sentir el dolor propio, precipite mi furia en el cuchillo y finalmente pude sentir como se hundía el antes frío metal en ese pedazo de carne que sobrevalora la gente por dizque tener sentimientos. Así debía morir, de una puñalada al corazón.

Cuando la sentí muerta, pesada, fría, finalmente me pude relajar, verdaderamente esta vez el sastre le quedaba bien, le entallaba bien ese par de nalgas como brownie de vainilla, el escote lucía bastante sugerente aunque empapado de sangre. Tirármela ahí muerta hubiera sido una total locura, asi que lo habría hecho de no ser porque podrían encontrar restos de semen en ella, así que abandone la idea.

Pero seguí pensando en ello un par de minutos, le gente debería alquilar muertas frescas para poder satisfacer este tipo de gustos sin temor a que lo puedan llevar a la cárcel o culpen de algo, que garantía tenia de cogerme a una muerta si después tendria que tener semejante problema. Si valía o no valía la pena, no lo sabré, al menos hasta el momento. Lo considere injusto.

Saqué el cortaúñas del bolsillo y empecé acortarle las uñas de la mano. Había visto suficientes películas en donde habrían encontrado tejido del culpable en las uñas de la asesinada. Al menos por ahí no iba a caer.

Cogí mi botellita de alcohol que había traído en el bolsillo y bañe el cuchillo en él después de lavarlo en la taza del water, puse especial cuidado en el mango, debería quemarse todo el borde, al menos donde lo había empuñado.

Jale la palanca del water, espere el agua nueva para lavarme las manos. Estaba intacto si no fuera por la marca que tenía en el hombro. Cuanto le habrá dolido a la perra para que me incruste las uñas a través de la polera, aunque invirtió toda su fuerza en ese ataque porque ahí mismo cayó muerta.

Encendí la luz general, me peiné con las manos y al girar la vista la veo tirada en el suelo en la entrada de la cocina, era como un elemento extraño a la habitación, no armonizaba con nada, ni su sangre ni sus enormes tetas, una agujereada ahora, no me quedó las ganas sino de decirle “Chau preciosa, algún día nos veremos”, me dirigí a la puerta y salí sin mirar atrás.

Bajé por la escaleras de emergencia y no por el ascensor, espere tras de la puerta unos 10 minutos a que saliera un grupo grande de gente y salí sin ningún temor.
Ningún sentimiento de arrepentimiento me acompañaba excepto el de haber tenido sexo con ella antes de matarla, talvez me emocioné y la maté sin pensar, no preví lo caliente que me sentiría después.

Al llegar a casa con la bolsa de pan, mis perras salieron a mi encuentro suplicándome con la mirada que les arroje uno, y una de ellas se quedó olfateándome la zapatilla. En mi cuarto, antes de tirarme a mi cama, levanté la pierna para quitarme la zapatilla y acompañado de un apretujon en el corazón y amargura en la garganta descubrí manchas de crema de aji en la suela.


2 comentarios:

Tavo Balvin dijo...

Parece una historia de Quentin Tarantino, mas sangrienta xD

Anónimo dijo...

Buen final, me gustó bastante.