17 julio 2008

Un espacio anticrítico


Que duro llamar a este espacio “crítica de cine”, el sólo hecho en pensar hacer una crítica sobre algún filme, supone un criterio de mi parte bastante elevado como opinar sobre hechos que posiblemente influyeron en su realización, o peor aún, que yo a sabiendas de esos hechos vaya a ver la película y realice un comentario. Llámese a eso hechos; “extras”, películas anteriores del productor o director, o si es algún remake, o si se trata de un actor conocido o poco conocido o tal vez de algún género recurrente o alguno sodomizado e híbrido. Pero no entremos en esos detalles, no es mi intención.

Me encanta el cine y eso es todo, alguna actitud, comentario, reflexión o escrito se rige básicamente y en consecuencia con mi amor por ello, esa emoción que uno siente cuando la poca luminancia en la sala desaparece y el ecran ilumina las pupilas, las conocidas entradas de las grandes productoras y de las nuevas, ese temblor que se siente en el estómago cuando el dolby estremece la sala. Es incontrastable.

Personalmente el sólo estar ahí sentado a expectativa de todos esto, poder ver los sugestivos trailers, siempre dejándonos con ganas de más y hasta los mismos comerciales de televisión en el cine, se maximizan y todo en conjunto marca un tempo que a medida que se va acercando al inicio del filme termina por explotar dejándote totalmente predispuesto a ver. Todo eso, toda esa magnifica antesala, incluida la tradicional canchita y gaseosa, valen la visita, valen la entrada.
Por Dios que sí.

Me apena bastante tener que vivir mi vida, de alguna manera limitado, sujeto a leyes básicas humanas, a leyes sociales, en realidad, encadenados a horarios nocturnos, diurnos, a veces de madrugada, al trabajo, al pasarla difícil, a tener un mal día, es muy triste.
Historias incompletas, nuestras historias, nunca contadas, jamás escuchadas, los días de nuestra vida siguen pasando, no esperan, nosotros protagonistas de ellas cada vez queremos o sentimos que nos debemos alejar cada vez más de lo real, porque parece tan absurdo, tan aburrido, tan trabajoso, cansado, feo.

Es entonces, cuando encendemos la televisión o compramos un DVD o vamos al cine y recordamos a nuestra vecina de al lado cuando éramos niños, dulce, tierna, se llamaba Winnie Cooper, recordamos lo divertida aunque difícil que fue la escuela con amigos como Zack, Slater y Scritch, al salir de clase antes de ir a casa pasábamos un rato por el laboratorio del Doc con su DeLorean en la cochera e íbamos al pasado a conocer a nuestros padres, regresábamos y veíamos a nuestra vecina ya mayor, una joven preciosa llamada Mary Jane. Nos mudamos de ciudad al empezar la universidad prometiendo reunirnos de nuevo al siguiente verano con Jim, Kevin, Oz y Finch y contarnos que tal nos fue con las chicas durante el año. Poco después conseguiríamos un empleo tal vez de fotógrafo, escondiendo sigilosamente los poderes adquiridos por una picadura de araña radioactiva, para seguir luego en la universidad y poder salir como un gran abogado que jamás pierde llamado Kevin Lomax y que se va a casar no con su mejor amiga, sino con la hija de un millonario llamada Kimberly Wallace.

Sería ocioso decir que esto nunca pasó y que jamás de ninguna manera ocurriría, pero ésta y millones de historias más, datan de nuestra memoria, de nuestro anhelo inmediato tal vez, de algún deseo post -película, o un sueño que junto con otros forman cada día nuestra cultura audiovisual, que al parecer nos entretiene, pero también comparten con nosotros partes de nuestros mayores sueños y que por ser irreales convergen en un anhelo que de alguna manera guía nuestra vida.

0 comentarios: