29 agosto 2008

Literatura y juventud

Actualmente, libros de primer orden en la historia de la literatura son desplazados, postergados por la aparición de nuevos formatos orientados a la autoayuda y a alcanzar el liderazgo. Así, novelas como Madame Bovary, Cien años de Soledad o Don Quijote de la Mancha, emblema de la lengua castellana, son leídas por gentes de letras y por aquellos espíritus afines a la literatura; mientras que el público lector que conforma la gran juventud, devora con avidez los títulos más motivadores de liderazgo o la última entrega del autor que promete la felicidad a cambio de ser fiel a sus personalísimas recomendaciones.

Es sabido que el mundo moderno con su exigencia de resultados inmediatos y óptimos, deshumaniza al hombre, convirtiéndole en mero instrumento productivo encaminado al logro de metas admitidas dentro de los parámetros de la globalización (competencia, eficiencia). Dentro de este contexto, los libros de liderazgo han encontrado su razón de ser y han proliferado dantescamente, resaltando los valores del trabajo en equipo, la competencia, las relaciones interpersonales, el ser asertivo, todos rasgos que un líder debe poseer para el éxito colectivo. Por otro lado, la demanda de libros de autoayuda, en que el autor se propone evitar que el hombre contemporáneo se ahogue en la depresión, en el estrés, o en el agotamiento emocional, es, asimismo, notable en una época agitada e imprevisible como la nuestra.

Estos dos formatos de lectura han generado, y generan, un creciente interés en los jóvenes peruanos, colectividad que anhela hacer factibles sus aspiraciones, más temprano que tarde, y, sobre todo, teniendo en cuenta valores compatibles con la nueva sociedad, la presión permanente del éxito y la búsqueda de independencia económica.

Hay una serie de signos que indican la tendencia de los jóvenes a este tipo de lectura.
En el caso de los libros de liderazgo y autoayuda, los jóvenes percibimos su intención edificante, porque, desde luego, tienen un propósito noble y plausible, pero se topa con el hecho de entenderse como una lectura facilista, sin artificio alguno, a pesar de que muchos autores incluyen pensamientos y pequeños relatos humanistas que invitan a la reflexión a través de un método, no obstante, repetitivo e inauténtico, únicamente utilitarista: lo importante es obtener el beneficio prometido. Estos rasgos naturalmente no son compatibles con la literatura, ni siquiera en sus primeras manifestaciones con los poemas épicos, que entretienen, enseñan y cuidan la exposición de las historias mitológicas.

Estas características de los libros de liderazgo y autoayuda configuran un atractivo poderoso para promover la lectura, donde los jóvenes encontramos en sus páginas ideas más digeribles y versátiles, acorde con la rapidez y efectividad que se nos exige hoy, y, por tanto, su lectura se convierte, así, en una necesidad inevitable. Sin embargo ¿acaso la literatura no nos ofrece un prontuario, rico y diverso, de líderes y personajes notables por su personalidad para retar sus propios límites e incluso a la sociedad misma? Efectivamente, la lista sería larga. Mencionemos, solamente, al idealista por excelencia: Alonso Quijano, el Caballero de la Triste Figura, y a Robinson Crusoe, máximo ejemplo de la fe y del ingenio humano para hacerle frente a la adversidad.

Es evidente, por otra parte, que la temática repetitiva de estos libros no sugiere la creatividad del joven. La motivación de leer, reside en poseer los valores del líder y un autoestima a prueba de todo, lo más rápido posible, no importando cuántos títulos idénticos se encuentren en el mercado, porque todos son útiles para poder destacar en nuestro contexto interpersonal.
En síntesis, los libros de autoayuda y liderazgo ofrecen enriquecer el espíritu, fortalecer el autoestima, mas no, la creatividad, inteligencia y juicio crítico del joven, cometido que sí logra la literatura, valiéndose de tramas, diálogos, ficciones, poemas, personajes disímiles, estructuras complejas, recursos semánticos y otras formas que reivindican al hombre como especie sensible y superior.

Todos los peruanos que nos sentimos comprometidos con la causa de mejorar como nación, hacer de Perú, un país respetable y admirado, no solamente, por su biodiversidad y por su riqueza cultural, sino, también, por la calidad del hombre peruano, depositamos nuestra fe en la posibilidad de la lectura, de aprender, de crear, de mejorar a través de ella. En este proyecto nacional, la literatura no debe juzgarse en un plano menor. Le corresponde, por su magnitud humanista y artística, estar al alcance de todos, en el sitial honorable donde tantos creadores y lectores la ubicaron.

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