28 agosto 2008

Lo real del documental

Hablar de un documental no es solamente hablar de Discovery Channel o National Geographic, Candamo y Alejandro Guerrero para no alejarnos mucho. Estaríamos equivocados y verdaderamente cegados al no conocer el verdadero auge que ha tomado este tipo de producción, que, vale la pena decir, no conocemos en gran mayoría.

Particularmente también era de esa idea y equivocadamente encasillaba este género documental, con interminables programas biográficos e historia, siendo este último el que más me entretenía. ¿Pero hay algo más?

Hace poco tuve la satisfacción y buen tino de poder participar en un taller llamado de manera muy acertada “El otro documental” dirigido por José Balado y clases magistrales de Ricardo Bedoya, Vasco Pimentel y Bernardo Cáceres. Sería mezquino decir solamente que fue una experiencia maravillosa, rica y prolífica, la que tuve durante esos dos meses de abundante feed back, catarsis y discusión que tuvimos en el taller.


Aprendí que un documental, como su nombre lo dice, es documentar, no objetivamente, como pensábamos algunos o se sigue pensando, ya que la objetividad no existe y no podría existir en el arte, y es que a eso voy, si es que no sigo divagando.

El cine siendo arte, como tal, merece calificaciones y adjetivos que se hacen acreedores otras artes, entre ellas, la subjetividad, la exposición del punto de vista del artista, de una pintura, un poema o una sinfonía. El documental siendo una rama del cine, comercializada y mal llamada tanto tiempo por el periodismo confundiéndose muchas veces con el reportaje, también es subjetivo; es la mirada del director, la opinión acerca de alguna realidad social, todo esto, claro, en lenguaje audiovisual.

Documentar una realidad, un retazo de vida, un pedazo de circunstancia, es una idea de evolución constante que ha venido cambiante desde que los hermanos Lumiere, filmaran a los obreros saliendo de la fábrica, en su corto del mismo nombre, que si bien es cierto no se le puede llamar documental, dio las primeros trazos de vida real en el cine. Idea que como dijimos ha ido evolucionando llegando así a convertirse en un verdadero arte a manos de los pioneros Dziga Vertov y Robert Flaherty con dos estilos diferentes pero similares a la vez; el primero filmaba a las personas en su estado natural, en circunstancias naturales (El hombre con una cámara) y el segundo coqueteaba con la ficción al hacer indicaciones a las personas en encuadre, responsable del llamado primer documental artístico (Nanook del Norte).

Sabiendo esto y mirando a nuestro alrededor, podemos coincidir que el material es infinito, sobre todo en nuestra calidad de peruanos, en donde vemos diariamente personas sobreponerse a la adversidad, luchar contra abusos, crear y recrear diariamente nuevas condiciones de vida y la famosa creatividad; son insumos del más puro para un documentalista, quien al conocer esto, sabrá guiar una investigación y trabajo antes que todo; de compromiso con la sociedad, con el mayor de los respetos y sin ninguna distinción ni discriminación, teniendo como máxima prioridad el elemento humano en investigación para adquirir la mayor confianza y naturalidad posible que sólo se puede hallar en relaciones de amistad y buen trato, que es a lo que más debemos aspirar.

El avance tecnológico ha traído mejoras, practicidad y lamentablemente una irresponsabilidad alarmante, a un uso indiscriminado, vulgar y grosero de las cámaras de video. Se lucra a menudo con imágenes repulsivas donde se muestran violaciones, asesinatos, gente moribunda, todo esto sin ningún tipo de lectura, ninguna base secuencial y mucho menos con un objetivo apremiante, que si bien muestran realidades sobre la naturaleza humana nos hunden cada vez más en un fiasco interpretativo, en una regurgitación de información que nunca tuvo un punto, ni una señal de guía y la absorbimos al encender la televisión o al entrar a youtube, entonces entendemos realmente la diferencia de ver un documental y ver secuencias de imágenes de video sin ningún sentido.

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