04 septiembre 2008

UN TRANVÍA LLAMADO DESEO

Dirección: Elia Kazan
Guión: Tennessee Williams
Fotografía: Harry Strandly
Música: Alex North
Intérpretes: Vivien Leigh, Marlon Brando,
Kim Hunter, Kart Malden,
Rudy Bond,Nick Dennos,
Peg Hillias, Richard Garrick.


Cuando Blanche tomó ese tranvía llamado Deseo fue porque no tenía otro lugar donde ir, porque se cansó de vivir sola con su alma, con su tormentoso inconciente y sobre todo con ella misma, en lo que se había convertido sin querer, olvidando, pasando los días, saldando los errores en incontables noches de insomnio y desvelo.
Cuando Blanche tomó ese tranvía llamado Deseo, pensó que realmente podría descansar de todo, pobre de ella. Nueva Orleáns en los 50s, la recesión pos-guerra hacían ver a las calles sobre todo de pequeñas ciudades como ésta, como el más pobre distrito de Lima. La pobreza había tomado represalias contra la población más alicaída, y el sueño americano en ese entonces era tan ilusorio como un I-pod en el bolsillo.

Stanley Kowalsky es un joven de ascendencia polaca casado con la hermana de Blanche llamada Stella, protagonizado por Marlon Brando en una pionera y excelente personificación para una época en la que las actuaciones de teatro predominaban en los filmes. Esa brutalidad y potencia dada a su personaje le dio una alta dosis de realismo convirtiéndose en un paradigma para este tipo de personaje, rebelde, salvaje, brutal, machista y más humano. Espectacular.
Podríamos decir tanto de Blanche, que con pasado sombrío llega a la casa de su hermana, un pasado que perturbaría la mente más tranquila , llega como dijimos cansada y necesitada de una paz que nunca llega a encontrar, frente a la bestialidad de Stanley que su hermana había parecido acostumbrarse, a sus arranques y su desidia. Blanche, inestable como estaba, busca refugiarse en sí misma, en recuerdos de épocas mejores, a veces inexistentes, se esconde en su maquillaje que oculta su edad, se baña dos veces de aburrimiento, se prueba sus vestidos, sonríe para el espejo, para ella y sueña con un príncipe azul que nunca llegará a rescatarla, y ella lo sabe porque inconcientemente su búsqueda había desistido y sólo pasaba los días, olvidando, a veces entre sollozos sola, a veces en los brazos de su hermana, que la adora y la entiende y nunca le dice nada, ni le pregunta nada del pasado, ese pasado que tanto la lastima y que muere de miedo de regresar a él. Stanley a sabiendas que Blanche quiere algo mejor para su hermana Stella, le enferma verla, le enferma que prenda la radio, trata de largarla de la casa, detesta sus comentarios y pretensiones desubicadas, quiere deshacerse de ella, pero para eso necesita saber de dónde viene realmente y qué le pasó. Mitch (el amigo de Stanley que pretende a Blanche) viene a ser como un rayo de esperanza en su vida, el posible príncipe que la puede sacar de ese hoyo de gritos y peleas, que al parecer sólo a ella afectan y que a su hermana la tienen tan despreocupada, y que en realidad ella no sabe que vino a ocasionar.
Llegando por consecuencia un ajuste de cuentas de Stanley hacia Blanche que termina por resquebrajar el delgado hilo de cordura que tenía, volviéndola loca. El tratamiento de esta película es soberbiamente desenvuelto por el director, en un riguroso blanco y negro que hacen caminar a los protagonistas como sombras, propias de estar en un lugar antinatural, metafísico, abstracto como si estuviesen en un purgatorio en donde tienen una última oportunidad de redimirse, a eso llega Blanche a la casa de su hermana, a sortear una última oportunidad de ser feliz, de volver a ser feliz tratando de olvidar sus vergonzosos actos, ocultándoselos a su hermana, finalmente descubiertos por el que menos debió descubrirlos, poniendo fin a su conformista decisión de estar con Mitch, quien nunca le gustó, pero que tomaba cabizbaja.
Duramente castigada por la vida finalmente no pudo tener esa revancha de felicidad que tanto anhelaba, que tanto anhelamos todos. En un mundo duro como el actual, Kazan nos muestra una antifábula en donde los sueños decaen frente a la brutalidad, que inconciente, como un niño grande no hace más que desenterrar una caja de Pandora que nunca debió enterrarse, pero que la soberbia y pretensión hicieron callar por un tiempo. Sería tonto pensar que siempre la verdad destruye lo que edifica la mentira, como lo es pensar que mi querida Blanche tendría otra oportunidad o que la tengamos todos.






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