03 octubre 2008

El lobo estepario se domestica

Publicada en 1927, El lobo estepario forma parte de la gran novela filosófica en lengua alemana de las primeras décadas del siglo XX; tiempo de eclosión de numerosas escuelas que reaccionaron, a través de la literatura y el arte, al caos que significó la experiencia de la primera guerra mundial y la inminencia de la segunda catástrofe.

Su novedosa estructura contribuyó, asimismo, a erigirla como la obra mejor elaborada de Herman Hesse. En efecto, la historia se inicia con la descripción de un narrador innominado que presenta a Harry Haller, pensionista por algún tiempo en la casa de su tía. La etopeya que hace ese primer narrador muestra el perfil huraño y erudito de quien deja un manuscrito donde, a cuenta propia, ratifica una personalidad extremadamente retraída y una vida exiliada, en conflicto diario con la urdimbre social. Dentro del manuscrito se contiene el Tractat del Lobo Estepario, que es entregado a éste, en la calle, por un individuo anónimo.

A lo largo de la historia ─que abunda en situaciones fantásticas en las que, por ejemplo, Harry Haller tiene ocasión de dialogar con Goethe y Mozart, figuras a las cuales admira sobremanera─ somos testigos de cómo en un hombre cincuentón, de supremacía intelectual indiscutible y genuina sensibilidad, pero incapaz de superar la depresión e inutilidad existencial que le aqueja, va gestándose un cambio en el modo de entender las cosas que, finalmente, lo hará admitir que el mundo necesita de vanidad, materialismo, comunicación y espíritu práctico para garantizar una convivencia estable y efectiva.

Lo que resulta curioso es que ese cambio de perspectiva lo suscite Armanda, una prostituta, quien lleva al lobo estepario a descubrir la maravilla de la bohemia y la vida sensual: Harry Haller aprende a bailar, experimenta celos y líbido, se sumerge en la belleza convencional de esa vida superficial que censuraba en sus libros. Es gracias a Armanda que conoce a Pablo y María, prototipos humanos que representan el goce sencillo de las artes y el disfrute de las travesuras eróticas, respectivamente. Pero es su ingreso al Teatro Mágico, conjunto de salas fantásticas con epígrafes sugestivos, donde, a través del humor y el morbo, Harry Haller sale victorioso del examen ontológico en que se vio envuelto con la lectura del Tractat de su vida.

El lobo estepario es una novela que ofrece diversas interpretaciones, lo que constituye un rasgo distintivo de las obras cumbres de la literatura.
En sus páginas podemos encontrar, a primera vista, la lucha de un individuo que asume una conducta asocial pero reflexiva de la sociedad en que vive; sin embargo, esa lucha interna, plagada de dudas y deslices burgueses, sabotea su lucha en el exterior, tanto así que logra reconocer, en las licencias del sexo y la bohemia, su verdadero yo, bipartido en lo racional y lo instintivo.

De esta novela, por otra parte, se desprende la idea de cuán inútil y pernicioso puede ser el no admitir nuestra presencia y participación en un entorno social determinado que, inevitablemente, influye en el crecimiento moral del individuo, condicionándolo e impartiéndole valores diseñados para una convivencia civilizada.

Por eso no es temerario decir, que para un lector de nuestros días, Harry Haller pueda resultar complejo por su alcance metafísico y harto distante del hombre contemporáneo, cada vez más genérico e impersonal. Pero El lobo estepario no sólo es un libro de ideas; es, también, una novela que transmite sensaciones a lo largo del curso de la acción, que invita a la reflexión y, sobre todo, deja ese vaho inquietante propio de aquellas obras que, es lo más seguro, se volverán a leer.

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