10 noviembre 2008

En defensa del Chavo del ocho... un tributo al ídolo de mi infancia, juventud y adultez


Me confieso un fanático del “Chavo del ocho”, con algún síndrome “chavistico” o “chavifilíco”, como millones de personas en todo el mundo que quedaron fantaseadas con la genialidad de su creador y supongo que por eso me encanta incluso después de haber visto casi la totalidad de sus capítulos, y aun sabiendo que es lo que sucederá en cada uno de ellos me entretiene más que cualquier cosa.

Amo al “Chavo del ocho” por el ingenio de su progenitor, Roberto Gómez Bolaños, Chespirito para los amigos, (bautizado así en referencia al gran William Shakespeare),
Me encanta por la chispa omnipotente de sus diálogos, cada uno mejor que el otro, porque siempre tenía la palabra exacta en el momento preciso para sacarnos una sonrisa de los labios.

Me encanta porque el mundo no sería el mismo sin su inacabable influencia, y aunque seguro dirá que lo hizo sin querer queriendo, sabemos todos sus seguidores que esta vez no se le chispoteó.

Adoro el Chavo por el fabuloso diccionario lingüístico creado por él, y que haciendo un paralelo con el del RAE no resulta tan complicado de entender, mención más que importante para la letra CH, símbolo de su fanática obsesión por hacer cosas transcendentes. Me fascina porque los mismos Beethoven y Mozart nunca se imaginaron que sus composiciones servirían de inspiración a Chespirito para la creación de los temas musicales de sus programas, por eso también lo idolatro porque todo lo que hacía no lo sacaba de casualidad, todo tenía un trasfondo que resulta difícil imaginar.

Es tan sensacional que sus capítulos se tradujeron a más de 50 idiomas, y aunque desconozca totalmente el ruso y el árabe identifico inmediatamente las bromas y singulares situaciones de la disparatada vecindad.

Amo el “Chavo del ocho” porque puede convocar masas no solo frente a la televisión, si no que también fuera de ella como en Brasil, en el cual un diputado demente y sin infancia intentó sacar del aire el programa de “O Chaves do Oito" (nombre en portugués). Cuando el canal dejó de transmitirlo, cerca de 20 mil personas salieron a las calles de Brasilia para protestar por tamaño agravio, cinco días después el programa se siguió transmitiendo pero esta vez en la madrugada con 20 puntos de ráting.

Soy un fanático del Chavo porque vive hipnotizando al mundo entero con los mismos capítulos de hace más de 30 años sin siquiera cansar a su público televidente, lo adoro porque se ha convertido en una marca registrada de México, mucho más conocida que las pirámides de Chichén Itza.

Es tan genial que juntó a los actores menos conocidos de la época y realizó un pase de magia cual Mandraque para convertirlos en ídolos incomparable de los seres de esta parte del planeta, “Viva el Che, los Rolling Stone y el Chavo del ocho”.

Me encanta porque no puedes caminar por Jirón de la Unión a las 6 de la tarde sin toparte con un cúmulo de personas apostadas sobre el vidrio viendo por los televisores las repeticiones de esta obra maestra matemáticamente perfecta creada por un hombre que nunca quiso jugar a Dios. Sin embargo, puede ser considerado uno de los grandes del humor mundial.

En resumen me encanta porque no solo yo me deleito con el humor del menudo tipo de apenas 1.60 m, si no que más de tres generaciones gozaron con sus extraordinarias creaciones, todos sin obviar a nadie, incluso a sus detractores que aunque digan que no soportan el programa siguen viéndolo día a día.

2 comentarios:

carlos dijo...

maestro de mestros, yo tb soy un super fanático del Chavo del ocho pero ignoraba algunos datitos, que me tomé el trabajo de verificar.
Que bueno que te encante el chavo a ver si un día escribes sobre los mejores capitulos del chavo

Anónimo dijo...

Estás en lo cierto. Tampoco sabía lo de Mozart y B.