11 noviembre 2008

Rodrigo Machado, poeta de la tierra

Poemas a la Tierra (Lima, 1961). Brevísimo poemario tan solamente compuesto de diez poemas enumerados con números naturales. Es la transformación de su poesía; en cada uno de sus versos es perceptible una inquietud dolorosa, como que hay un acercamiento a un mundo oscuro, a la muerte, al epitafio, las frases pueden seguir siendo descriptivas con un inolvidable poema cuyo título es el número 3 (Pág. 134). “Quiero que salgan dos / geranios de mis ojos, de / mi frente dos rosas blancas” es simpleza y belleza la que el poeta reclama (rosas y geranios) plantas ornamentales del jardín. “Y de mi boca / (por donde salen / mis palabras) / un cedro fuerte y perenne,” cedro, árbol duro habido en la selva peruana y de gran valor por su calidad de dureza y belleza.

Heraud no se equivocó al usar la metáfora “cedro”, porque su poesía parece que se eternizará, es de gran proyección, abarcó las utopías del hombre y la humanidad. La vida como acto de luchar y la muerte como el dejar de ser. Imaginémonos el amor que sentía el versador por la naturaleza, la solidaridad. Le pide al cedro que representa la flora. (Aquel cedro dice “que me dé sombra cuando / arda por dentro y por fuera /, que me dé viento cuando la lluvia / desparrame mis huesos... agua todas las / mañanas, fresca del río / cercano que yo seré el abono de / mis propios vegetales”... Y con unos versos que lo engrandecen al poeta como hombre y como artista.

Recordémosle siempre, ya que el dijo: “Amar al mundo con / los brazos extendidos” (Pág. 139). De este modo queda ya el arte como lo pedía un viejo filósofo alemán. “El arte debe únicamente su nacimiento a una viva conmoción de los poderes más profundos del alma, que llamamos entusiasmo... el arte comunica a sus obras, al mismo tiempo que una perfecta claridad para el entendimiento”. Ahora pregunto quién no podría familiarizarse con la poesía de Heraud si al leer su obra de buena voluntad en definitiva se lee sólo arte y poesía.

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