18 noviembre 2008

Javier Heraud el poeta del río

El río (Lima, 1960), nos trae la antigüedad del símbolo, la consistencia del mensaje, la modernidad de la poesía y la frescura del tema (la vida). El río, lleva un epígrafe de un verso del gran vate español Antonio Machado, y está conformado por catorce poemas, los nueve primeros enumerados en números naturales, los dos que le siguen con los títulos de: “Una piedra”, “Solo”, luego “Mi casa” en 1 y 2, y el último poema cuyo título es “Unas cosas”. Literariamente se puede afirmar que el símbolo primordial es el río identificado con la primera persona del singular “Yo soy un río” (pág. 23). Se hace más notorio y radiante cuando los adjetivos tan sencillos ponen el totalizador mensaje al descubierto, por ejmplos: “Un río cristalino, tierno y/bondadoso (pág. 23),“Yo soy el río/pero a veces soy/bravo y fuerte”. (pág. 24). En la tradición poética española desde Jorge Manrique, pasando por Machado, hasta llegar al peruano Javier Heraud, por citar sólo de repente los más conocidos, el río ha representado en sus poemas, la imagen de la vida del hombre. Sino, leámos este veros: “Yo soy el río que viaja dentro de los hombres / árbol fruta / rosa piedra...” (pág. 26).

Heraud con la generosidad y transparencia humana, que lo caracterizó, demuestra sinceridad en sus versos y eso hay que subrayarlo:“Yo soy el río que canta / al mediodía y a los / hombres” (pág. 26). Comprendamos esto como vocación de artista verdadero, de iluminado y de hombre, veamos cuando se alza nuevamente en el verso y comparte con una descripción todo ese aliento y entusiasmo al hacer suya la naturaleza. “Yo soy el río / ya voy por las praderas / hay árboles a mi alrededor / cubiertos de palomas” (pág. 27). A partir del poema, cuyo título es el número 9, comienza el fin del caudal torrentoso que le hizo construir armoniosamente ocho poemas antes, en los cuales los sustantivos, verbos, adjetivos, conjunciones sólo sirven para connotar y sentir, describir y cantar emociones llenas de vida. El lenguaje con el que concluye el poemario del río es trágico, con alusiones no sé si a la muerte o a la soledad, “llegará la hora / en que tendré que / desembocar en los océanos,...” (pág. 27). “El día llegará / y en los mares inmensos / no veré más mis campos / fértiles, / no veré mis árboles / verdes,...” (pág. 28). Para concluir el poemario tan breve como su vida misma el aeda vuelve y nos hace volver al tema familiar, a la intimidad suya, para que nos internemos en su mismo quehacer y en su propio ser. “Mi cuarto es el /de todos, / es decir, / con su / lamparín que / me permite reír / al lado de Vallejo, / que me permite ver / la luz eterna de / Neruda”. (pág. 31). En conclusión, el símbolo mayor es el río con la bonanza de la naturaleza (pájaros, árboles, praderas, piedras, mar, etc.), los adjetivos expresan sinceramente la alquimia de cada uno de los versos (cristalino, tierno bondadoso, bravo, fuerte, lluvioso), con todo este material Heraud construyó versos llenos de humanidad porque él mismo decía. “Yo soy el río / eterno de la / dicha”, “Ya bajo por las hondas / quebradas, / por los ignotos pueblos / olvidados”.

Lo que conmueve e impresiona es la construcción de los versos, la sencillez de las palabras sobrecargadas de emoción y seriedad significativa. Definitivamente, no hay reino de la fantasía, ni falaces ilusiones sino más bien realidad, despertar de conciencia, sentimiento apasionado por la vida y la destreza poética. Me parece que en Heraud todo era cuestión de palabras sencillas para formar una idea con su propio sentido de conmover a eso que llamamos alma, porque todo su sentimiento crea una forma de ver la vida, la muerte, el sueño y la realidad del ser humano.

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