19 julio 2009

¿Tú eres el negro?

Sírvete me dijo, cogí el vaso y me serví sin apuro, estaba tranquilo, acababa de tomar ya más de una caja, estaba "sazonado" pero no como para comportarme como el ebrio de mierda que suelo ser, pero me lo acabé al seco.

Estos “amigos” que me habían invitado a celebrar con ellos esta victoria de Perú, menuda ocasión, la verdad no los había visto en mi vida.

Regresando a mi casa, ya sazonado como dije, se me apeteció un cigarrito como mudo acompañante para mi caminata hacia casa, pero antes de tocar la puerta de mi amigo el bodeguero, me sorprendió una voz, “negro, ven sírvete”, en mi solitaria caminata. Acepté sin vacilación, aunque felón y desconfiado de mis nuevos “amigos”.

Me senté con ellos a tomar sus nada despreciables y prominentes dos cajas de cerveza que sobresalían de la cajuela del auto, más grande fue mi sorpresa cuando unos tragos más tarde me trataban como un hermano de toda la vida, yo sin conocerlos a ellos y ellos sin conocerme a mí, nos pusimos a charlar.

Ya un poco ebrios hablábamos sobre el fútbol y las posibilidades sobre alguna guerra con Chile, cojudeces en verdad.

Pasaban las horas y no llegaba a mi casa, mis compañeros, excitados por el alcohol, defendían con ímpetu y putamadres sus diversos puntos de vista, y yo también, a veces lográndome imponer y logrando la atención de todos con mi voz alta y ademanes.

Estaba oscuro aún, la gente seguía yendo y viniendo, trayendo botellas de cerveza y cajetillas de cigarrillos que parecían interminables, yo cada vez más ebrio alzaba más la voz y era dueño de la razón, acompañado por la aprobación del más viejo del grupo, que era quien me había llamado, no paraba de decirme, “eres universitario, tienes estudios; ilústranos”, y todo ese floro de borracho sometido ante la labia vulgar de otro borracho.

Pasaban las horas y cada vez más ebrios todos me daban la razón en diversos temas, ilógicos, ideológicos, políticos, amorosos, sexuales. Yo, alzaba la voz y tenía más razón aún, conjeturando, adivinando, sobre todo inventando.

Seguíamos en la charla, amena, divertida y todos éramos más amigos que nunca, borrachos, abrazados, algunos lloraban, contaban los motivos, sus motivos tristes, su pobreza, yo escuchaba y les daba solución y ellos me escuchaban y me obedecían. El universitario sabe, escúchale mierda, cállate la boca, aprende.

La mañana aclaraba el cielo, mi amigo se fue a dar una vuelta de esas en las que uno riega un arbolito o la esquina mugrienta de alguna pared, desapareció un buen rato, lo olvidé.

A su regreso, yo alzaba la voz y proponía soluciones a los problemas mundiales no sólo de la guerra sino del hambre y la pobreza, fui interrumpido por su voz ronca ya de borracho, preguntándole a su conocido, ¿Oe y el negro?, y su pata le dice: "ahí está, no ves huevón ", señalándome con el dedo.

Comprendí que la hora de retirarme se había prolongado demasiado y no quería que el epílogo de esta historia se convierta en un triste obituario que su servidor no tendría el placer de leer, por lo que decidí marcharme velozmente.

Efectivamente, yo no era el negro, yo no lo conocía, ni tampoco a ellos, pero estaba ya muy borracho para darme cuenta; ya, yo era el negro, tenía que ser.

Al verme descubierto, solté una carcajada, dejé mis cigarros y partí como vine, con mi sol en el bolsillo, más borracho de lo que llegué, pero con una pregunta en mi cabeza, ¿Quién mierda era ese negro?, que me invitó a chupar, se fue sin despedirse y me fregó la borrachera que hasta hace un momento compartía con mis nuevos amigos.


0 comentarios: