22 agosto 2009

Capicúa


Iba a 120 por hora, de repente su frente choca con el asiento de adelante y se le escapa una mentada de madre al chofer, y un “maneja bien, carajo”. La posición específica de don Ernesto era el asiento que está detrás del copiloto. Era un tipo un poco gruñón, sólo lo que la edad se lo permitía, ni más ni menos, había sido albañil en su juventud, tenía las manos hinchadas, ajadas, toscas por el cemento, tantas veces amoldado con sus manos en construcción de innumerables casas, donde aún hoy se forman innumerables historias también. Pero la vida es dura y a nadie le importa las vivencias de un viejo desmuelado. Ropa rota, zapatos sucios, porque de su paradero tiene que caminar unas 6 cuadras de arenal para luego llegar a su casa, en donde se limpia los zapatos para entrar a un piso de tierra un poco humedecida para evitar que se levante polvo, y se cierra bien la puerta para que no se apague un primus viejo, lleno de grasa, en donde se cocina pocas veces otra cosa que una olla de sopa.

A la izquierda de él, pegado en la ventana, estaba Juan José, que se iba a la universidad en ómnibus, ya que su auto se le había malogrado por echarle petróleo en vez de gasolina y tenía que estar en el taller hasta el jueves, una de las pocas ideas que se le puede ocurrir a un hombre cuando está borracho, aparte de conducir, es suplantar petróleo por gasolina, pero JJ recordó una clase de primaria en donde su profesora tan linda, que casi siempre le hablaba en inglés, le dijo que el petróleo era la materia prima de la gasolina.


Ahora con cara de pocos amigos, con los audífonos en las orejas, sentado en el asiento de atrás del chofer, obligado por su papá a ir a la universidad sin carro, con un asiento libre a su derecha y esperando que no se ocupe por nadie, pero que al final se ocupa por una señora que sube con un niño en la espalda y un costal de alfalfa para poner encima del motor e incomodándose le dice que se aparte mas allá, está apestando todo el carro, “tasumare” susurra. Y sigue su viaje furioso.

Más atrás esta Janette, trae puesta una chompa negra larga mas abajo de las rodillas, maquillaje esparcido por la cara aparentemente se lo quiso quitar pero quedo ahí, está dormitando un poco, se le abre un poco la chompa, y queda al descubierto un polo brillante muy escotado que me revelan sus grandes pechos, pechos con algunas notorias venas, podría ser que ya es mamá, pero no me importa, me gusta verle los pechos, me agrada, espero que nadie se de cuenta, no es muy bonita. ¿O será el trajín de una noche de arduo trabajo?, talvez trabaje en un night club.

El carro frena otra vez y adelante escucho a don Ernesto, Juan José sigue furioso, y Janette se despierta, me mira un poco desconfiada y se tapa muy bien la chompa, me avergüenzo un poco, y cambio de lugar girando 180 grados, ahí había una chica muy linda, la miraba y ella también, a veces sonreía, y yo, ja, yo también, “si quieres llevo tu mochila”, me dice, “gracias que amable eres”, no hable más por 15 minutos, ella me dice, “oye ya tengo que bajar, toma”, “ah bueno, ya gracias”, pero no me senté, había un viejo alto con bastón, que minutos antes no había permitido que la chica se parara para darle asiento, pero era capaz de gritármelo, “párate oye no ves” tenía canas, era blanco, cara despectiva, me cayó mal a la vista aunque esté mal decirlo, pero le di el asiento.

En eso estábamos todos ocupados en nuestro viaje, uno furiosos otros con sueño, otros preocupados por el tiempo.

De repente sin que nadie lo previera el carro comienza a detenerse, don Ernesto comienza a zapatear con su “avanza, avanza, oe”, JJ mira furioso al chofer, sin quitarse los audífonos le menta la madre mentalmente, lo mira con asco y voltea hacia la ventana de nuevo, Janette sólo mira hacia adelante intrigada, mira a la derecha e izquierda, le pregunta a la señora del costado…






El cobrador anuncia: “Amiguitos por favor van a tener que bajarse porque el carro se malogró, tomen otro carrito, por favor". La gente reclama, “pitea”, pero todos bajan y comienzan a seguir al cobrador para que les devuelva su pasaje, todos hacen cola y le dicen cuanto le habían dado para que les devuelva el dinero.

Después, con el pasaje en la mano devuelto por el cobrador, todos en el paradero esperan el siguiente ómnibus, en medio del sol que ya asoma por las nueve de la mañana, disgustados, retrasados, sienten calor y siguen esperando el siguiente micro.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

buuuuuuuuuuuuuu... Aburres, malo.