25 agosto 2009

Golpiza brutal

Según San Juanka

El ser humano goza del privilegio de autodenominarse pensante, pero muchas veces este pensamiento discrepa de ser racional. Al cambiar de latitudes, cambian las formas de pensar y actuar.

En la lejana Corea, un párvulo de apenas 6 años salió a jugar una calurosa tarde de verano. Como todo niño alegre y juguetón pensó que una travesurilla no le haría daño, o al menos eso creía.

De regreso a casa encontró un manzano cuyos frutos fueron demasiado tentadores para su noble espíritu. Intentó por todos los medios hasta conseguir su objetivo: llevarse a casa una jugosa y roja manzana como “trofeo de guerra”.

Cuando el padre llegó y preguntó sorprendido sobre aquella manzana, su hijo, muy orgulloso de sí, narró su hazaña.

Al terminar la historia, en varias casas aledañas se oyó un estrepitoso sonido: un soberano bofetón que tumbaron todos los dientes de leche del pobre infante. El resto es inenarrable.

Lo último que se oyó decir al padre: “No regreses hasta que no pongas esa manzana donde la encontraste”.

Al día siguiente, el vecino dueño del manzano toca la puerta del maltratado niño y cuando éste salió, le regaló uno de los frutos del árbol, por ser un travieso tan alegre y juguetón.

Ciertamente no le quedaron ganas de repetir la travesurilla, pero ¿fue la manera adecuada de aprender la lección?