24 octubre 2008

El gurú de la literatura

Desde niño, Hermann Hesse fue un lector voraz, atraído por la cultura de la India, país donde sus padres vivieron como misioneros, mientras él estaba bajo la tutela del abuelo materno, conocedor de los dialectos de aquella tierra exótica que influyó en la obra del escritor alemán.


Más tarde, el estallido de la primera guerra mundial lo sumergió en una profunda depresión, de la que surge la novela Demian (1919). Se trata de un libro que transpira humanismo y la búsqueda del yo íntimo; hay en sus páginas la influencia del escepticismo de Nietzsche, el misticismo de la filosofía oriental y el impacto profundo de la guerra del 14 que supuso una visión nueva de la condición humana; de ahí que se haya entendido como una novela que, en respuesta al caos de la guerra, ahonda en la interioridad del hombre, como único medio para paliar la catastrófica realidad del exterior.


Demian es una novela que narra el crecimiento moral de un niño, Emil Sinclair, que para la afirmación de su espíritu, debe admitir las miserias y glorias de que está hecha toda vida humana; reconociendo en la suya, el único camino válido hacia sí mismo.


A los diez años, Emil Sinclair sufre el primer desencanto de su vida. Hasta ese momento, si bien era consciente que formaba parte de un mundo noble, de amor y valores diseñados para el bienestar de quienes lo integran ─sus padres y sus dos hermanas─, reconoce, también, la existencia de otro mundo, presentado para él como antagónico, en el que impera la vulgaridad y el envilecimiento de los hombres; mundo que convive con el suyo, en permanente asedio con toda su manifestación de barbarie, y, sin embargo, es enigmático y atrayente. La consiguiente aparición de Demian, su aliado espiritual, será fundamental para su búsqueda del yo interior, para que Sinclair, ya joven, admita que hay un solo mundo que es preciso sobrellevar para hacer de la vida un camino propio. Por su parte, Frau Eva, madre de Demian, es una figura femenina que no admite concepción racional para definirla. Ella misma es un relente de fantasía, sueño y deseo de Sinclair, y, al igual que su hijo, va a ser decisiva en el descubrimiento de su verdadero ego.


La fluidez de la historia, pese al narrador en primera persona que abunda en evocaciones, constituye un acierto más en esta novela rica en logros estilísticos; una característica de la novela en lengua alemana a principios del siglo XX, intelectual y reflexiva. El libro sedujo a los jóvenes lectores que vivieron de cerca la experiencia de la guerra. Esto se explica, en primer lugar, porque el protagonista es un adolescente que personifica el afán de independencia de un espíritu que somete a duda los tópicos del bien y del mal; pero, ante todo, la juventud de aquel tiempo percibió su mensaje edificante: el conocerse interiormente para ser guía de sí mismo.


La lectura de Demian es aleccionadora porque describe, con viva emoción, la evolución de la juventud de un hombre; en la cual es fácil identificarse por el continuo divorcio de los valores establecidos que representa la adolescencia. Ese conflicto interno, y actual, es necesario para que cada hombre encuentre el verdadero sentido de su existencia. Por otra parte, acaso lo más trascendente de la obra, es el reflejo cabal de las consecuencias de una época aciaga que, retratadas por un temperamento en extremo sensible, no deja de ser un himno a la amistad, al arte y a la vida, aún en períodos de convulsión moral como los de guerra.


El nombre del protagonista de la historia, y el seudónimo que empleó el autor cuando la presentó para obtener el premio “Fontane”, fue tomado de un amigo del poeta alemán Friederich Hölderlin, al que Hesse admiraba con devoción. El nombre del amigo del poeta era Isaac von Sinclair. Esta novela, asimismo, recibió el elogio de un escritor de primer orden como Thomas Man, quien dijo que Demian era una obra maestra. Además, la obra mereció el estudio del destacado discípulo de Freud, el psicoanalista Carl Gustav Jung, que dio pie al revelador concepto de individuación, que renovó parte de las teorías de su maestro sobre el inconsciente.

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