14 noviembre 2008

El amor bajo la sombra

Cuando la nueva alborada se disponía a tocar tierra. Romeo y Julieta decidían alejarse de la breve luz que da el amor, a esos apasionados corazones que llegan a sombrear en la herida fronda, donde aún a duras penas vive el Árbol, único testigo, de muchos saludos y juramentos llenos de emoción resplandeciente. Bajo las ramas del Árbol también suceden adoloridas e irrecordables despedidas. El alumbramiento del Árbol que yo no puedo olvidar a pesar de tanto dolor que se acumula en la historia, se despinta en la geografía y se suma en las matemáticas, es más que difícil saber de buena tinta. Es bien dificultoso descubrir como era el Árbol en antaño, porque ahora es una simple sombra con hojas rotas, frutos muertos, pájaros idos; solamente se guarecen Romeos sin Julietas y Julietas con Romeos ramplones.

Él por más Romeo que sea, nunca sabrá cuántos pájaros se han refugiado del Sol y de la Luna, de la lluvia y del frío, de la pedrada y de la ira de Adán, que se dedica a cazar pájaros raros en su trinar madrugador.

Pobre pajarillo lo sufre todo, pero a todo esquiva, se aleja del consumismo, del comunismo, de la democracia, de la dedocracia, de la mediocracia y del libre mercado. Huye por los aires envenenados, cuidándose de que algún ojo mal intencionado le alcance a ver corriendo cerca de las nubes y lo acribille.

Estar al tanto del dolor de este pobre Árbol que languidece cuando un amador con su amada acércanse, a veces, a volverse infinitos en caricias y en otras a abjurar todo lo hecho y dicho del amor, cuesta trabajo y nostalgia. A este Árbol el otoño lo besa con una lengua seca, el hombre lo amenaza con un hacha o con la candela, acaricia con el aliento de la muerte. Mas, gracias al esfuerzo del invierno, vuelve a reconfortarse y a vivir para dar una taciturna sombra en mi llegada que es como la de Romeo Y Julieta, o como la del verano cuando llega con sus espantapájaros y un Sol al descubierto.

Yo, llego a sombrear con mis maletas llenas de ilusiones y de sueños, pero eso sí, sin ninguna esperanza en los políticos, solamente en el AMOR que es para mí como la Luna, porque en muchos días resplandece en mi alma y en otros brilla por su ausencia. Hablo con el Árbol, un pájaro nos oye desde una rama que cubre el perfil de las estrellas. Siento que el Árbol exhala su más grande sufrimiento; ha perdido como yo el ancho camino de la dicha, por el cual se cree que van Romeo con Julieta, orgullosos de amarse, aunque su amor sea una tragedia. Por eso te odio Romeo y a ti Julieta te busco y no te encuentro en el bosque de mis espejismos con un puñado de aves soñolientas, descansando en los gajos del Árbol de mi sombría infancia y de mi efímera juventud. La existencia del Árbol se viene consumiendo como la mía, al mismo compás que pasan los pesares llenos de sangre y calaveras por esta tierra. El AMOR ¡ay! el AMOR está como una estrella que centellea solitariamente, ya pareciera allá en el remoto mundo. Romeo duerme eternamente, no predica el AMOR en este siglo lleno de desconsuelo; Julieta trata de imitar a las desordenadas modelos de Hollywood, además se esfuerza por seguir a Bruto, a Casio, a Judas y a Lucifer. La causa de la muerte del que en antaño era un frondoso verde es, la economía y sus salarios, la política y sus mentiras, la cultura y sus pésimos libros, la religión y sus inventados dioses.

La extinción del que gustaba volar por la cima de la arboleda, cerca a los astros que fulguran en el firmamento, guarida del olvido y de lo imposible, es por la conjura innata del hombre con el mundo. Y la esquizofrenia, la pasión por el suicidio, la muerte repentina se da en nuestra realidad gracias a la hazaña estupenda de nuestros líderes, aquí se incluyen reyes, tiranos, demócratas, charlatanes, facinerosos y tantos otros diablos. El AMOR está bajo las sombras del Árbol quemado, y de los escombros del mundo vuelve reverdecido y lleno de flores a vagar por este orbe, donde yo sigo viviendo en desconsuelo.

Que el viento malo se lleve a los catorce de febrero, para mí sólo son llanto, dolor y desesperación. Romeo y Julieta que no mueran, a pesar de ser el ideal de un amor trágico, sí han cumplido con lo que Shakespeare les encomendó. No debo ocultarle a nadie que aún me interesa el AMOR, del que tan bien nos habló Pablo Neruda y Pedro Salinas. El amor es lo único que llena el vacío de mi corazón y me ilumina las ganas de vivir. La realidad del mundo para mí, es el propio infierno que Dante se le ocurrió describir allá en la Edad Media.

Ya me voy, ya los dejo. El Árbol enmudeció. Los pájaros cantan una elegía. Yo, ya me siento caminando en un subterráneo sin luz y sin final, en soledad. En silencio cavilo la verdad verdadera, y me digo a dónde nace y a dónde muere el AMOR.

Árbol, pájaro son algo así como una pesadilla cuando se copa de fatales designios. Las lámparas se apagan y el vivir se vuelve noche de miedo y de tristeza. En este reino de la nada sólo el AMOR sigue quedando como un puquial y como un rayito de Sol, aunque el hombre lo tergiversa y la mujer ya no lo entiende.

Yo, desconsoladamente imagino que harán Biccia Portinari, Laura de Noves, Isabel Freyre, Julia Espín, Leonor Izquierdo y Matilde Urrutia con tanto amor que sus amados les profesaron y cantaron, con el único fin de darles la gracia de la eternidad. El grandioso amor goza casi la edad de mi vivir, surgió en un mes que no recuerdo; la fecha y el año tienen algo de pasado, de presente y de futuro. El cielo era celeste, los trigales corrían venados con el viento, y mi alma y mi vida percibían el verdadero rostro de la alegría. Hoy dilucido, el AMOR no ha muerto todavía, sino es que por no tenerla en mis brazos, no besarle bajo la sombra del Árbol, calladito de sus padres; me hace decir que Ella está viviendo en el panteón. Lo ausente es como lo muerto.

El Amor, los escasos Pájaros, el taciturno Árbol han quedado como mis únicos aliados en esta infeliz leyenda de ternura.

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