07 enero 2009

Cuando comí hormiga

Según San Juanka

Todo marchaba en orden. Hasta esa hora, las cosas transcurrían con normalidad. ¿Quién pensaría que pasaría algo similar? De solo pensarlo, el cuerpo se me estremecía.

Siendo las 9 de la mañana de un domingo en que no trabajaría (al menos fuera de la casa) escucho un grito destemplado que exige mi presencia fuera de la cama.

Con un ojo abierto y con otro medio cerrado llegué al baño para la tradicional lavada matutina. Todo transcurría sin inconvenientes.

A lo largo de la mañana hice lo de siempre, me cambié de pijama, barrí, sacudí, ordene mis cosas; en fin, todo lo que hago cuando estoy en casa.

Incluso, recuerdo que ayude en preparar el tallarín de ese día. Sin embargo, pasado el medio día y habiendo terminado los quehaceres de la mañana, la familia se preparó para almorzar.

Todos sentados y con el plato al frente, empezamos a merendar hasta que me percaté que algo quería escaparse del plato. Se trataba de una hormiga, que sabe Dios cómo, estaba camuflada entre la salsa roja emergiendo de las profundidades.

No creo que haya comido mucho – fue lo primero que pensé – por eso la ayudaría a salir de mi almuerzo. Pero cuando estaba a punto de agarrarla, el animal se asustó y regresó al lugar de origen.

No hay problema, en algún momento tendrá que irse – dijeron los demás comensales.

Seguí almorzando con cautela y discreción, hasta que llegó un momento en que me olvidé que había visto un insecto en mi plato y terminé comiendo todo lo que hubo dentro.

Al concluir, recordé a este animalito que nunca vi salir del plato, por lo que deduje que fue mi primera vez que comía hormiga y encima viva.

Usted, amigo lector, ¿podría creer que alguna vez sería capaz de alimentarse de hormigas? Yo creo que ni en el más remoto de sus sueños pensaría una cosa así.

No obstante, no me enfermé, ni me pasó nada grave; simplemente fue el día Cuando comí hormiga.

Y viéndolo por el lado positivo, aquel domingo, almorcé más carne que los demás.

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