14 enero 2009

Dije sin entrada

Según San Juanka

Parte del oficio de ser periodista implica trabajar a cualquier hora, en cualquier día y almorzar donde sea. Aquel día no fue la excepción.

Habiendo salido antes del mediodía a lo que los periodistas llamamos comisión (ir en busca de alguna información o entrevista) terminé, como era de suponerse, alrededor de las 14:00 horas, momento preciso en que el estómago se olvida de los buenos modales e interrumpe constantemente sin importarle quién esté alrededor.

Al parecer tenía que buscar algún restaurant o mercadito de aquellos que nunca faltan por ahí para saciar el hambre; sin embargo, como estaba por el Ovalo Higuereta, el cual es un lugar relativamente “pituco”, no me quedaba de otra que buscar cualquier mercado decente.

Al preguntar por alguno, me dieron razón que a unas cuadras había uno. Estaba exactamente a 300 metros y mientras caminaba me di cuenta que la hora transcurría alarmantemente. Y menciono alarmantemente porque la comida va terminándose y no quedan muchas alternativas para elegir.

Efectivamente, al llegar, la mayoría de puestos habían cerrado, pero con suerte – si es que ésta existe – el último rincón aún tenía algunos platos para elegir.

Como no suelo comer entrada, pregunté si el precio disminuía en caso de pedir segundo solo. La respuesta fue afirmativa, por lo que elegí un segundo al azar.

- Dije sin entrada – le recalqué a quien me atendió cuando miré lo que me sirvieron. Algunos cercanos a mí soltaron una risa burlesca.
- Claro, eso fue lo que pidió – respondió esta persona.

Era evidente que ese comentario lo hice porque parecía poco lo que sirvieron; pero al terminar, felizmente, estuve satisfecho.

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