24 julio 2009

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Desde la altura de los retoños de los lirios suaves
la aversión decae por el anochecer de la tierra
y llega a mí en el amanecer.
Tú no estas, de adrede escribo sino hay quien lea
la ternura palpable del crepúsculo matutino
que rompe el día y despierta a mi corazón
de su letargo de centella para que prosiga buscando
el tuyo en la más absoluta tiniebla de este tiempo.
Dónde siembro la pasión y a mi deleitoso afán
que es como el canto del zorzal nunca amado,
quiero tenerte desde mi modorra
hasta que el rayar del alba haga llorar las piedras
en este difunto planeta tan oscuro para cantar
hasta que tú con el mortal agur
hagas entristecer hasta la palabra viva,
la cual irá al panteón a resucitar,
ya que el viento que me traía el mensaje
de tu ingrato corazón murió trágicamente
como ha muerto la sílaba bella del sí
que de tus labios jamás salió como la Luna
a iluminar los más lejanos caminos
por donde parten mis ilusiones en tu búsqueda.
Me late que el sí lo conservas exactamente en tu orgullo
como la calandria guarda su trinar en su instinto
de ave ingrata. Lejana amor, mi amor te ama, dejarte
en la risible morada del olvido no puede mi recuerdoy por ello sangra y agoniza mi suspiro.

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