11 julio 2009

Tips para pedir perdón

Cuando logras que ella te acepte, es decir, que te dé el ansiado “sí” o el “sí quiero” –aunque en el fondo quiera decir “ya que chu…”–, no solo entras en su vida, sino también te compras gratuitamente sus preocupaciones, problemas, inquietudes, tribulaciones, sinsabores y todas sus cavilaciones existencialistas como, por ejemplo…ahí está: pensar en la inmortalidad del mosquito. Sí, no se rían, muchas mujeres –no sé cómo lo hacen–, a pesar de sus apretadas agendas, tienen tiempo para ocuparse en una serie de cosas francamente estrambóticas.

Entrar en su vida, déjame decirte es complicado –complicado para ti, no para ella–, porque no lo sabes: ser oficialmente su novio, enamorado, amigo cariñoso, su pasatiempo o su peor es nada, no solo significa darle besitos, arrumacos y algo más, sino fundamentalmente ellas creen equivocadamente que tú debes estar a su entera disposición las 24 horas del día y, por si eso fuera poco, debes vivir pendiente de los más mínimos detalles, porque ay de ti donde se te ocurra olvidar algo que ella te dijo así como quien hace un comentario. No se te ocurra por nada del mundo no tomar nota mental de sus más mínimas inquietudes.

Si tú olvidaste una fecha, un detalle o tener alguna atención con ella; lo más probable es que ella no solo te lo eche en cara, sino que además te someta arbitrariamente a la traumática pero ejemplarizadora “ley del hielo” y, acto seguido, partirá raudamente a buscar a alguien que pueda hacer escarnio de ti, es decir, su mejor amiga; y, créeme, a su amiga no le faltarán adjetivos para dejarte más sucio, cochino y podrido que un vil trapeador. A lado tuyo, un rufián parecerá el pato Donald.

Tú, que como siempre andas despistado, no sabrás qué coños hiciste y te preguntarás estúpidamente qué cosa le molestó. El problema será determinar qué hiciste o, en el peor de los casos, qué dejaste de hacer. Lo más probable es que llegues a la conclusión de que fue la segunda alternativa. Sabiendo esto, te quedarán dos opciones: o dejas que ella se dé cuenta, por sí misma, de que en efecto no has hecho nada y esperas que venga arrastrándose –como debe ser– a pedirte perdón o el que va ir arrastrándose va ser otro. No me agrada decirlo, pero es muy probable que seas tú. Ella, con su estúpido orgullo, sabe muy bien que tú la buscarás para pedirle “perdón” como el perro arrepentido.

Si, contra todo pronóstico y haciendo de tripas corazón, decides ir en busca de ella, no olvides algunos tips que te pueden servir:

A todas las mujeres les gustan los peluches. Asegúrate, por supuesto, de elegir el más grande y bonito que encuentres. Ella te lo sabrá agradecer muy bien, aunque tu escueta economía se venga abajo, tú misión es recuperar su “amor”. Créeme, un oso de felpa hará lo que tú no puedes: ablandarle el corazón. Si un tierno osito no logra convencerla, no te desesperes: las flores también sirven, asegúrate de que lo que le vayas entregar sean rosas rojas –no me pregunten por qué–. También sería bueno que lleves un as bajo la manga: chocolates. Si no te lo acepta, te los comes tú y así, de algún modo, te endulzas los amargos momentos que tienes que seguir pasando.

Si a pesar todos esos detalles, que indudablemente le van a pasar factura a tu billetera, no logras que ella dé su brazo a torcer, puedes escribirle un enternecedor mensaje a modo de carta. Los poemas tampoco son una mala idea. Te sugiero algunos autores: Paz, Brecht o Bécquer. Te lo aseguro, ella no se dará cuenta que no los escribiste tú y creerá falazmente que ella es la musa inspiradora de tan preciosas palabras. Tú, por tu bien y por el de ella, no debes sacarla de su error.

Aunque dudo mucho que lo anterior no funcione, queda una última alternativa: pedirle perdón públicamente y, para eso, no hay mejor lugar que un blog.

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