21 diciembre 2009

Recuerdos de un cantante microbusero

Según San Juanka

Caminando hacia el paradero con rumbo al trabajo, pensaba en algunos temas como clases inasistidas y asignaciones pendientes; así como trivialidades: mi forma de vestir, la impresión que causaría, en fin, cosas que a diario nos parecen comunes. Solamente el incesante ruido de motores destartalados y bocinas de camión me hicieron dar cuenta que llegaba al paradero de la Avenida Argentina.

Mientras cruzaba la calzada, me percaté que no estaría solo: había un joven de mi edad, bastante desalineado, con aspecto de no tener agua para bañarse desde hace varios días. Vestido con polo y pantalones cortos en una mañana lluviosa y fría y con una cabellera tan crecida que un enjuto ratón podría abrigarse dentro de ella.

Por temor a que algo me suceda , esperé el micro unos metros atrás de él durante algunos minutos.

Al llegar el vehículo, lo abordé por la puerta delantera, pero de un momento a otro escuché esas incómodas palabras: “Discúlpenme por interrumpir su lindo viaje…”

Al voltear para ver quién era, me di con la sorpresa de ver nuevamente a esta andrajosa persona quien sacó una vieja zampoña.

Mientras este desconocido intérprete tocaba, recordé con añoranza las incontables veces que me impidieron subir a los transportes públicos para realizar esta misma función.
¡Efectivamente! En algún momento yo también caminé andrajoso intentando cantar sin desafinar. ¡Qué difícil!

Refresqué aquellas ocasiones en las que solamente conseguía un sol en una hora y todavía compartía esa ganancia con mi compañero de andadas. Para dicha mía, hace más de un lustro, esas agotadoras actividades quedaron de lado; al parecer mi destino me preparaba para algo mejor: ser un profesional.

No puedo decir que ahora gano como millonario, aunque sí obtengo más de un sol la hora. Por cierto, hace unas semanas estuve asesorando un trabajo por cuatro días y por ello me pagaron poco más de mil soles. Pareciera que me la llevo fácil, pero tomó cinco años de largos estudios.

¡Ah! Antes que me olvide, aquel día terminé dándole 10 soles a mis “recuerdos guardados” a manera de agradecimiento con la vida.